” Divertimento donde la cantidad de monstruos y efectos nos dejan totalmente satisfechos”
El segundo largometraje del especialista en efectos especiales Tomo’o Haraguchi, que ya trabajase en algún título de Gamera, o de la saga Ringu, nos adentra en el universo de la fantasía infantil con demonios, yokais, espadas y cinefilia por el género fantástico japonés más clásico pero más psicotrónico. Si ya en su anterior Mikodroid, 1991, dejó a muchos sorprendidos, después de su parón en la dirección de nueve años vuelve a dejar a los aficionados igualmente sorprendidos con un guión propio.
El elenco está encabezado por la joven Nozomi Andô, que trabajaría en otros títulos de Haraguchi, como Kibakichi, 2004, aparte de verla en Tomie; The final chapter, 2002, o The suicide manual, 2003, que está acompañada del niño Shuichi Yamauchi, que participó hace poco en Inju, 2008, del resto del elenco cabe destacar a Keiko Matsuzaka, que aquí hace de reina malvada y que ya participó en La felicidad de los Katakuri, 2002, o Kyusaku Shimada, visto en Alien invasion, 1988, entre otros habituales del cine fantástico japonés.
La familia Sakaki es la portadora de la espada Vortex, usada para matar demonios, pero tras la muerte del padre de Sakuya esta pasa a ser la elegida como portadora de la espada, pero al mismo tiempo adopta a un niño Kappa,Taro, al cual tratará como un hermano a pesar de ser un demonio. Al poco tiempo, y junto a su hermano Taro muy crecido, ya que crece más rápido que los humanos, y un par de ninjas parte para enfrentarse con el mayor de los demonios, la Reina Araña, que está dispuesta a acabar con el mundo. En este viaje Taro deberá descubrir su pasado y su relación con Sakuya, que, a su vez, debe destruir a todos los demonios junto a la espada Vortex.
Tomo’o Haraguchi ha demostrado tanto por sus trabajos en los efectos especiales como en sus guiones o direcciones ser un completo fan de la fantasía tradicional japonesa. En esta ocasión no se esconde en absoluto para mostrar infinidad de demonios míticos japoneses, como el dios gato, la reina araña, y un buen grupo de Yokais que danzan, como no podía ser de otra forma, acercando así este producto al cine infantil.
Aunque Tomo’o Haraguchi sabe jugar con todas las bazas de su guión y su presupuesto, consiguiendo así realizar un producto muy sorprendente que no para en casi ningún momento y que mezcla elementos de infinidad de estilos cinematografícos. Pasamos del cine más puramente infantil al de Swordplay, o al de terror, o al de fantasía, o al de ciencia ficción, y hasta al kaiju, porque tenemos muchos yokais y estos demonios pertenecen a susodicho género. Por lo que, de primeras, un apasionado a este tipo de cine disfrutará de este producto ampliamente, y aunque hay bastantes momentos menores, las transiciones no son el fuerte de Tomo’o Haraguchi, la película en conjunto nos deja altamente satisfechos.
Y si, las actuaciones son algo planas y están algo sobreactuadas, como en la totalidad de películas con aire infantil japonesas. Por otra parte, Nozomi Andô asume su rol y trata de llevar a buen puerto su personaje, pero ni el perfil está conseguido ni ella demuestra grandes calidades interpretativas, al menos su compañero infantil, Shuichi Yamauchi, si realiza una interpretación dentro de los cánones clásicos de este subgénero y nos deja bastante conformes con su trabajo, el cual le podría haber valido para trabajar en algún otro producto del estilo, tipo la saga Gamera o Mothra.
Por otra parte no es de extrañar la cantidad tan grande de demonios que vemos, no obstante Tomo’o Haraguchi es el responsable de los efectos especiales y, sobretodo, de los disfraces de los monstruos, y aquí, nuevamente, demuestra ser uno de los grandes creadores nipones de la actualidad. En este su segundo largo nos muestra un catálogo ingente de monstruos, efectos especiales, tanto manuales como de ordenador, que no hacen más que ayudar en todo momento a la mejora de la película. ¿Que el guión decae?, pues nada, aparece un monstruo impresionante que hace las delicias del espectador. En este aspecto destaca la escena del Demonio Gato, un ser mítico de la mitología japonesa que de estar con un maestro de marionetas, interpretado por el omnipresente Shinya Tsukamoto, pasa a legarnos una de las mejores batallas de la película.
Pero además veremos a una cantidad de monstruos brutal, desde varios Kappa, el niño es un Kappa igualmente, muchos yokais, demonios, y un sin fin de sorpresas que nos dejarán sorprendidos en más de una ocasión, porque a esto juega este título, a la sorpresa.
Aunque no debemos dejar de reconocer que este producto tiene muchos momentos menores, debido esto a que Haraguchi se siente más cómodo rodando demonios o acción que trama sin más, así en el final juega con el espectador y usa cantidad de licencias y trampas para acabar como cualquier fantasía infantil, las cuales, habitualmente nos dejan un buen sabor de boca, y esta no es en absoluto una excepción.
El segundo largometraje de Haraguchi es otro divertimento donde la cantidad de monstruos y efectos nos dejan totalmente satisfechos, aunque no estemos ante un gran guión o dirección. Pero el cómputo general es más que positivo, algo que habla, y muy bien, del propio Haraguchi. Cualquier aficionado a los kaijus infantiles o las fantasías niponas no debe perderse esta joyita, que si bien tiene momentos menores, me repito, en conjunto resulta muy entretenida y disfrutable, es más, en compañía puede tratarse de un visionado magnífico.
La Mansion del Terror - 7.3
7.3
Género; Swordsplay - Demonios - Infantil - Fantasía - Yokai