Crítica- Vivarium (2019)

“Capítulo de ciencia ficción de los cincuenta alargado innecesariamente”

Una de las películas que más se esperaba esta temporada, debido a su buen hacer en su paso por festivales, es “Vivarium”. El segundo largometraje del director Lorcan Finnegan, responsable de “Without Name” (2016), que cuenta con un escaso reparto encabezado por Imogen Poots, “Green Room” (2015) y Jesse Eisenberg, saga “Zombieworld”.

La cinta es una especie de crítica social de los suburbios o zonas residenciales y del alienamiento de la familia. Todo como sacado de un capítulo de “Twilight zone” o “Black Mirror” pero estirado, eso sí, estirado hasta más no poder. Siendo este, quizá, su fallo más grande y remarcado. Porque si bien estamos ante un título interesante, por diversos aspectos, su excesiva duración, o mejor dicho, lo estirado de algunas secuencias, desvirtúan el resultado final.

Porque el libreto de Garret Shanley no acaba de despegar mas allá de lo obvio. Mostrándonos una secuencia inicial con unos pájaros muertos que debió tener algún sentido mas profundo pero que el bueno de Finnegan no supo transmitir como debería. O no produce las sensaciones que más adelante le darían sentido. Y es que este es uno de los problemas de este título. Las sensaciones. Porque da la sensación que con una historia de una hora, vamos, un capítulo, este trabajo habría sido mucho más redondo.

Ya que tenemos a una pareja de novios que, de repente y porque si, van a ver una casa de una urbanización llamada Yonder. Por cierto, vivarium es un área cercada donde se cultivan plantas o se crían animales. Algo que podría haber tenido sentido pero que no se explota en absoluto. Como si el espectador lo supiese y el guion jugase con ello. Qué cosas.
Y una vez en la citada urbanización allí quedan atrapados en un “mundo” calcado, donde hasta las nubes parecen dibujadas y todo lleva a nuestros protagonistas a estar encerrados.

Y aquí surge otro de los problemas de la cinta. El reparto. Y es que ninguno de los dos actores protagonistas ayudan en dar tensión o incertidumbre a la cinta, ambos son excesivamente hieráticos. Vamos, Eisenberg en su línea, que aquí acaba por desesperar y no se sabe si es que es una actuación licenciosa o es que le de igual todo. Y por otra parte Imogen Poots, que es la que tiene más peso dramático en todo el asunto, pero no es capaz de hacerse con la trama. De hecho llega a desesperar, y dan ganas de que espabile. Más aún cuando es profesora infantil, por lo que se suma a que su perfil haga bastantes aguas, y que su actuación no es para nada destacable. Aparte, no me encajaron como pareja “dramática”. Parece que cada cual hace la guerra por su lado.

Sí debo resaltar el diseño de producción. La urbanización y todo su diseño, espacialmente hablando, es formidable. La sensación de inmensidad de lo mismo y el tono optado por la fotografía, que es del todo correctísima, hacen entrar muy fácilmente en el estado del protagonista. Lástima que estos no muestren más directamente la sensación de encierro.

Porque hemos visto decenas de capítulos, o películas, de los cincuenta que nos mostraban entornos similares e integraban mucho más al espectador. Eso que jugaban en blanco y negro, y aquí la pelta de color es muy acertada. Ese tono verde plano es formidable.

Aparte, lo referente al bebé, y todo lo que conlleva, daba para mucho más. En todos los aspectos. Es cierto que cumple, pero al estar todo tan alargado acaba por ser algo pesado. Y tramposo, muy tramposo. La parte infantil desespera más de la cuenta y no están del todo conseguidas las sensaciones a transmitir. Así cuando llegamos al tramo final tenemos más ganas de saber cómo los finiquitarán que cómo la dirección lo resolverá todo. Ya que es todo muy, excesivamente, predecible. Y, de hecho, es como uno cabría esperar.

Al menos tenemos un par de escenas interesantes e intensas. Como la relativa al, presuponer, al chico ser un alien y la persecución. Y viendo esa escena no entiendo porqué no viraron antes a ese tono. Hubiese ayudado y hubiese mejorado mucho el resultado final. Porque cuando llegamos a todo el clímax  ya hemos sido testigos de demasiadas escenas estiradas. En algunos casos demasiado. U otras que están metidas con calzador. Como la relativa al sexo, ¿Para qué vale? ¿Qué aporta? Pues como esa varias más.

No sé si es que el intento de hacer una parodia o una crítica a la vida familiar y a las zonas residenciales se les quedó a mitad de camino. Pero la verdad es que es un quiero y no llego. Se ven cosas, o intuyen, pero luego pasan desapercibidas. Y, qué queréis que os diga, pero lo del hoyo tiene bemoles. Qué pesadito y sin ningún sentido, mínimamente lógico. O eso o que me resultó muy estirado para lo que luego realmente es. Y que sí, que es el kit del asunto, pero me resultó alargado innecesariamente y licencioso a más no poder.

Eso sí, al menos el final cumple, aunque pudo haber sido algo más intenso. Ya que si bien es del todo esperable, lo cual tampoco es negativo, sí deja con una sensación de “por fin”. Y esto sí es un error. Vamos, que en una horita nos habían contado lo mismo y de la misma forma.

Óscar Arias