Crítica- Latidos de pánico (1983)

“Otra joyita del Naschy director/ actor, mezclando elementos giallescos con fantasmas”

Otra cinta dirigida y protagonizada por Paul Naschy, poco se puede decir de el que no se haya dicho ya. Estamos ante uno de los màs grandes de nuestro cine de gènero, que nos ha legado decenas de horas de terror, algunas màs disfrutables que otras, pero se merece toda nuestra admiraciòn y respeto. Aparte le acompaña el elenco escogido por Naschy, cuenta una vez màs con Julia Saly, la que ya participò en otras cintas dirigidas por Naschy como Inquisiciòn, El carnaval de las bestias, La bestia y la espada màgica o EL retorno del hombre lobo, aparte de Lola Gaos, vista en innumerables productos hispanos de gènero o la joven Paquita Ondiviela que rodò alguna comedia de època y fuè azafata del Un, dos, tres.

Alarin de Marnac era un sàdico adorador de Satàn que matò a varios hijos suyos y jurò vengarse de las mujeres de sus descendientes cada 100 años. En nuestros dìas Paul Marnac està casado con una rica heredera, Geneviève, le consideran un gigolò, lo cual el detesta. Ella està enferma del corazòn y deciden ir a la casa de campo de Paul, allì Geneviève conocerà la historia del antepasado de su marido y poco a poco empezarà a tener apariciones macabras, quizà su marido estè intentando acabar con ella. Pero hay diversas subtramas rodeando la cinta, ademàs la historia de Alarin de Marnac no es del todo falsa, y aùn podrìa aparecer para acabar con la mujer de su descendiente.

Segunda pelìcula de Naschy sobre el personaje de Alarin de Marnac, anteriormente había rodado El espanto surge de la tumba, no es una continuaciòn pero es una nueva aproximaciòn a este personaje. Son cintas distintas y ambas muy interesantes, quizà me quede con El espanto surge de la tumba, ya que esta tiene demasiadas partes de diàlogo algo desangeladas y que resultan algo tediosas.

Tenemos una primera parte donde vemos como Geneviève sufre diversos sustos o situaciones muy tensas lo cual repercute en su corazòn, y en toda esta primera parte, quizà excesivamente larga para acabar la cinta con fantasmas, es un giallazo al uso, y si hubiese seguido por esos derroteros sabiendo acabar la cinta quizà fuese mucho mejor de lo que es. Porque tenemos una vez màs a personajes con doble personalidad, muy tìpico del cine de Naschy, como èl mismo que firma la cinta como Jacinto Molina y la protagoniza como Paul naschy. Aquì casi todos los actores tienen como dos papeles, dos cambios de caracter, algunos mejor tratados y conseguidos que otros.

Naschy hace una actuaciòn correcta, aunque abuse de esas miradas, que nunca fueron su fuerte, y hay que destacar a la joven Paquita Ondiviela, otro personaje con diversas personalidades, que realiza una actuaciòn muy acertada siendo la mala malìsima de la cinta.

La atmòsfera està muy conseguida, y se nota que hay un cierto presupuesto por que la tècnica està cuidada, cosa de agradecer. Ademàs el bueno de Naschy no rehuye del destape ni del gore. El principio de la cinta, de hecho, nos muestra a Alarin persiguiendo a una mujer desnuda a la que acabarà matando, quizà en esta muerte nos deberìa haber enseñado el gore que nos mostrarìa al final de la cinta. Tiene momentos dignos del mismìsimo Fulci, y no es coña. El asesinato de Mireille es genial y muy deudor del cine de Fulci, asì como la parte final, me refiero solo al gore.

Ya que esta parte es es una nueva vuelta de tuerca, lo son los personajes no lo iba a ser la propia cinta. Un final muy potente que sube enteros a la cinta, se nota una vez màs que Naschy sabe lo que se hace y como hacer cintas de gènero, aunque la primera parte de la pelìcula sea algo lenta y quizà con algo màs de ritmo o màs valor para dejarse caer aùn màs en el giallo la hubiesen hecho soberbia.

Otra joyita del Naschy director/ actor, mezclando elementos giallescos con fantasmas y volviendo a mostrarnos a uno de sus personajes Alarin de Marnac, con desnudos, gore y fantasmas para hacernos disfrutar durante sus 90 minutos de duraciòn. De las buenas cintas ochenteras de nuestro cine, sin ser una gran pelìcula, ojo.

Óscar Arias